A veces alcanzar un sueño supone renunciar a otro. Y este, fugaz o eterno, quizá sea el que merezca la pena. Hugo tiene una ilusión y está dispuesto a todo con tal de hacerla realidad : pintar algo que lo convierta en eterno. Pero lo que aún no sabe es que esa emoción que late en su interior, esa que aparece y
desaparece de su camino y que tiene los ojos azul noche, es la que deberÃa anhelar. Ava ha dejado de creer en lo posible. Para ella el mundo se ha vuelto
un sitio oscuro, fugaz, donde no hay lugar para los sueños y mucho menos para creer en la eternidad. Ni siquiera aunque esa posibilidad, la de vivir un amor que venza las leyes del tiempo, haya
estado delante de sus ojos toda la vida. Y cada anochecer, cuando Ava y Hugo se detienen a mirar la luna, saben
que es la misma que alumbra al otro. Y ese gesto los lleva a pensar que, a pesar de la distancia y de los obstáculos, a pesar de todo, lo que sienten es para siempre. ¿Volverán a encontrarse bajo la misma luna?
¿Tomarán al fin las decisiones adecuadas para poder estar juntos?
¿O será necesario que les alcance un meteorito para que sus pedazos acaben por encajar?