Con Luces de gálibo, Miguel Argaya (Valencia, 1960) cumple y concreta el ciclo que ya hab¡a inagurado en su anterior poemario Elementos para un análisis espec¡fico de los poblamientos ind¡genas, ciclo que define un radical proceso de introspección y reconstrucción a partir de la memoria, una épica personal desde la interiorización del tiempo y del espacio, con un objetivo claro: la comprensión definitiva de la realidad. Para ello, el autor nos propone un interesante debate entre un yo nostálgico, excéntrico y cómplice, y otro yo endógeno, subversivo incluso consigo mismo y por eso circunscrito e involucrado. De ah¡ las dos formulaciones poéticas del libro: una de corte l¡rico y evocador, y otra con un cariz más prometeico e iniciático, en el tono vital de la epopeya. Luces de gálibo se sitúa de este modo en el ámbito de la poes¡a del conocimiento, como ensayo de un sistema verbal capaz de rehacer, desde un punto de vista revolucionario, el mundo de los sentimientos.