Del vicio solitario y del deseo de compaña nueva es el último título del poeta Federico J. Silva, que recoge una muestra amplia de un quehacer poético de treinta años. En el volumen se encuentran los estilemas propios de su obra, constantes en toda su trayectoria. A saber: experimentación lingüística, investigación idiomática, metaliteratura, diálogo intertextual pero iconoclasta con la tradición, mirada irónica o sarcástica sobre la condición humana, y la irrenunciable concepción del poema como obra verbal de ficción en la que debe prevalecer la eficacia verbal por encima de cualquier otra consideración. Por más que esto no pase de ser otra declaración de intenciones, es su forma de no rendir culto al atraso del lector. Si bien puede considerarse que la poesía es paraíso cerrado para muchos, jardín abierto para pocos, no es justo ni honorable escribir «en necio» para darle gusto. Todo lo contrario, escribo para un lector que descifre y desvele los sentidos ocultos de la escritura, de ese llamar pan al vino y viceversa, tan propio de la actividad simbólica que caracteriza a la poesía. Esa es la clave para escribir algo digno de volver a leerse. Como el príncipe danés, busco calidad, no ostentación, y voz propia, no eco («a distinguir me paro las voces de los ecos»). Otra cosa es que lo consiga.
